jueves, 22 de octubre de 2009

TITA MIA

Es imposible que su presencia pase desapercibida. Esta ahí y me mira. Me mira entre la pared traslúcida que nos divide y no me resisto las ganas de tomarla entre mis dedos y manosearla y hacerla transpirar hasta sentir que se desvanece por mi culpa. Está mal vestida, desalineada totalmente; el vestido plateado que se le escapa por los bordes dejando ver su piel, y esa maldita capa con los colores amarillo y rojo (¡¿quién habrá aconsejado esa combinación?!) que ya pasaron de moda. Sin embargo, esto a ella ni siquiera le importa porque sabe que es una tentación difícil de evadir. Sabe que no me resisto.
Me convierto en asesina y le arranco la ropa. La desnudo, la dejo indefensa, disminuida ante el mundo que busca terminar con su vida. La observo, nada más oscuro, nada más sórdido se me había presentado en la vida. Es horrible, sus líneas no son rectas y las pocas curvas que tiene alcanzan una deformidad extrema: sus puntas no se tocan, pero ni siquiera coinciden. Su torso está compuesto por miles de píxeles incoloros.



La quiero hacer desaparecer de mi vista pero ella se jacta de querer trascender y se me pega en los dedos, se me escabulle entre los anillos y deja su azabache estigmatizado en mi cuerpo. Me penetra, su sabor me confunde, es dulce y amargo, la siento suave pero rígida. Aplasto mis incisivos en su corazón y la desarmo. Tiene un corazón agrio; los ojos se me llenan de lágrimas, mientras mi lengua es un borrador que la va deshaciendo de este mundo.
Sólo queda una parte de ella que me mira. Ahora lleva consigo un aura blanca que intenta convencerme de que la deje vivir, luego de que mis dedos la violaron hasta el cansancio. Pero es imposible. Ya lo decidí. Ya sentencié que quiero que me recorra de principio a fin, quiero que me contagie su negrura, su sencillez. Quiero que sea mía, que no tenga posibilidad de ser de otro. No lo dudo un instante más. La devoro.
Miro su vestido vacío y la extraño, todavía saboreo algún que otro pedazo de su ser que quedó desvastado y nada en un mar de saliva. ¡Qué corta que fue su vida!
Ya no me agrada ver lo que quedó, quiero recordarla como era.
Recojo el papel y veo que en el fondo hay una miga. Me mira, me pide clemencia. Es mínima en el enorme plástico. Me conmueve. Pero no la voy a integrar con el resto de su ser. No se lo merece. Ella decidió aferrarse al papel, yo no la obligué.
Destruyo la evidencia y la arrojo en el cementerio de las golosinas.

2 comentarios:

  1. Maria, soy el compañero de Fer. Me gustó mucho este post con su estilo drámatico y humorístico.

    Hace mas de un año que tengo blogs en Clarin y voy a replicar varios post aquí en Blogspot.

    Si quieres darte una vuelta pasa por
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    P.D. Ya tengo tu C.V. y lo voy a presentar el lunes. Luego: paciencia

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  2. Saludos, aunque no me entiendas te dire que esto me sorprendio tanto, que me dejo boquiabierto, pense que no existia TITA MIA, esas letras reunidas tienen un gran significado, solo queria decirlo, y el amarillo era su color favorito.. ahh nostalgia la que me invade...

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